Sujetos a la soledad.

Clavando estrellas en el cielo se han desmayado fugazmente los nuevos héroes de nuestra nueva era brillante carente de padres.

Se han perdido los santos con pintura blanca sobre sus ojos, cayendo en remolinos coléricos con una puerta roja en su techo.

Duermen siestas con vasos de leche caliente recogiendo las inmundicias de la plebe, consagrándose al nuevo lenguaje críptico y sagrado.

Sus acuáticos cerebros flotan mientras el resto de sus subalternos celebra su juventud y dignidad, recuerdan vidas pasadas en secreto y comen películas por millones solo para ver el pequeño destello que los acerca a la tan deseada iluminación.

Son profetas de pelo corto sin barba, o sea, sin ideas, que se enamoran en las estaciones de metro y en los colegios y escriben canciones nebulosas a sus madres, temen a la borrachera porque con ella están locos.

Actúan en obras de teatro escritas por ellos y dirigidas por sus sueños, crean mujeres desde sus bocas pero jamás las tocan, les han gritado desde sus celulares que vivan y sigan y los arrojan por los aires, tambaleándose una o dos veces al año exclaman y rompen los muebles.

Hoy en día despiertan de pequeños limbos hipnóticos sin recordar como llegaron a casa, comen felices en las calles con ojos arrugados y viven simples como un cristo, se sanan y vuelven a vivir, viven desde la prospera corriente que les regala soltura contra las maquinas de control mental.

Recuerdo como nos elevamos de risa en la oscuridad, como secretamente odiamos nuestros cuerpos por miserables y demacrados, recuerdo como nos lloramos los unos a los otros en fuegos eternos, nos prometimos grandeza en todo sentido.

Todos esperan, aunque lo nieguen, una vida larga, tranquila, sin dolor, sin movimiento, sin estructura, porque se sienten como Ángeles sin esqueleto que los sostenga, sus almas se les escapan lejos, pero tenemos que aprender a caminar en el suelo, asumiendo las múltiples heridas que nos dan mas tema para nuestras futuras reflexiones.

Bailan y gritan desde lo profundo, no podré encontrar jamás santos tan terriblemente bellos y llenos de profundidad, con visiones galácticas y oficios que aun no inventan, clérigos del tiempo soplado, con las narices llenas de humo, los bolsillos cargados de soledad, soñando como le hacen el amor a sus nuevas tejedoras de silencio, pilotos heroicos de la ultima guerra por la resurrección, revoloteando discursos como abejas, quemando sus ochenta y cinco libros escritos porque creen que nadie los leería, caminando despavoridos por la muerte, viendo por siempre películas divinas en sus mentes, esquivando sin querer las conspiraciones que los quieren matar, telegrafiando desde una antena en el desierto, cabeceando sus cuerpo hacia la luna pidiendo y celebrando conmigo la destrucción y parto prematuro del árbol de la vida , no viviremos mas de cuarenta y siete mil años exhalando estas cicatrices sin nombre.