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amigocarne

Elucubraciones varias

Arrugando el papel.

 

Las personas en mis manos
no se desvanecen
y se hacen celofán,
sus movimientos mudos
me dan el pulso nublado y calmado,
cuantos recuerdos borrosos
como hormigas en la televisión.

Y siento un fantasma en el pecho
que con las palancas adecuadas
apenas si me deja
pensar en algo más
que en sus raros mordiscos
de nembutal.

Cuando extiendo mis alas sin volar
todo se enreda,
no hay senderos fáciles aquí,
el humo está desparramado
y lo que se debiese diluir no lo hace,
pasan por mi ventana a flashazos
Augurios de buenos pensamientos
y en mis manos se quedan
amarrados sus pelos por siempre
y cuando la vea
no voy a saber que decir,
ella tampoco.

Somos como un árbol que hay que abrazar.

Los árboles pasan en seguidilla sin pasión
al reojo solo somos sombras
cuando miras directo todo parece temblar
                no hay ignición directa
                ni roce rueda pavimento
Hay cascadas de lava cayendo del cielo
haciéndose al mar elevar
ahora somos vapor viejo
y los fantasmas que nos quedan
                podrían ya no existir
Por eso pienso que podríamos volver
a ser
parte del espeso que cubre en luna llena
ese que nos hace ver
entrar y tocar
alucinar
por supuesto que caminar
olvidar en todo momento que todos se van.

De a poco
como tortuga con cordillera como caparazón
las cosas se  revierten
invierten y toman acurruco por el lugar
y yo cuando me impaciento no me quiero acostar
y 
esta vez te vas.

Marea alta, Luna nueva.

Las escaleras del sol
florecen en la luna
que oscura
que arriba
tiembla de emoción.
Cuando el pasajero llega
la desolación es única
y transparente
a ella poco le importa
La indecisión en el lecho de los hijos
es siempre peor.
Cuando la luz se escarcha
y cristaliza en los hijos de la luna
todo se enfoca
y redondea
como una piedra negra
petróleo bajo las faldas
de una dama.
Se vislumbra la caravana
de niños incandescentes
subiendo por el velo
hacia la noche
por el velo
que es el rio polar.

Frecuencia emergente.

He ido borrando mi memoria
                de forma paulatina
y siempre procuro mantener un orden
                en mi almohada
duermo con fantasmas en mi cama
que mientras me arrullan y encariñan
                peinan mis cabellos como alambres
                me tiran el pelo pa´ arriba
como amigos imaginarios
                que solo salen de noche.

Son mujeres bien cuidadas
ancianos desteñidos pero elegantes
en la mañana es cuando me acuerdo que los vi
                por la humedad en mis ventanas
                que caen como cascadas
                haciendo trazos y dejando huellas
 de donde estuvieron jugando.

Ya mi infancia no la reconozco
está corroída en desviaciones y signos pares
poca idea tengo si cuando chico fui feliz
                si estuve solo, si hablé con perros
                si andaba solo por ese laberinto que era la casa de mi abuelo
esas sensaciones de melancolía se pasean
                bien lento
                como camufladas
                en las amapolas
en caminatas por pastos con margaritas.

Mi aliento es de enfermo porque yo lo elegí
ando cansado y obligado de tener que tejer despierto
horrorizado de cómo mis pepas no se cierran
                pero cuando lo hacen no las puedo abrir
asustado porque el tren ya se me fue compañero
                y ya partieron hasta las avionetas al sol.

Hablar con alguien a la cara requiere valor
pasearse por tus mejillas
deslizarme por tus cejas
observando desde la punta de tu nariz
se cayó en los hoyos de tus ojos
me acurruqué en el rincón de tu labio
                terminé viendo doble
                triple, de tanto escuchar como mi mente cuchichea.

Nunca voy a estar cansado de escuchar
como las montañas rugen.

Eclipse.

Con ojos arrugados como ante el sol
todo viene de antes y después
la sustancia es forma
la forma: vacío
agradezco cada paso al despertar en la mañana
los cielos grises y azules
nubes plateadas, reflejos en las construcciones,
encuentros como planeados
en el ruido de la ciudad voy a encontrar paz.
Pido perdón esta vez y para siempre
no en el arrepentimiento pero en la responsabilidad
de que en mis manos existe el dolor
doy gracias a los que rebotan conmigo
porque en la grieta encontré el sonido,
te amo fuera del tiempo porque no empecé
y no terminé.
No anhelo más que al té
que en el fondo no es nada
es solo respirar.
Al recostarme todo se me manifiesta
de la torre al río
la espalda es la serpiente,
en el recostarme no anclado
firme pero no suelto
busco la curva,
me entrego a la no solución
pero a la resolución.
La intriga murió con los detectives,
a los desvelados como nosotros
no nos queda altar con discursos
solo expansión.
Crujidos en mis brazos
es mi guía.
Vuelo bajo con el viento
me levanto alto con la tierra
en lo profundo planto y cosecho
en la belleza de contemplar también,
el dolor en las rodillas siempre habla bien de tu mover.

El pasto no está cansado.

La habitación es una nave espacial
el día se hace de noche y nadie nombra
                a las hojas caídas que dan paso al final,
los hilos cuelgan desde el techo              
                compuertas hacia adyacentes dimensiones
                adonde los perros en sueños pasean por entre las camas,
                que estos atraviesan, aunque sus aullidos se escuchen lejos.
Emisarios del norte y el sur
                caminantes de la tierra a pies descalzos
contemplando al caballo soplar oraciones
                en voz alta.
Mochilas verdes en el espeso,
tintineos que galopan hacia el trance
                hacia el momento que jamás termina
                hacia la cabecita que duerme,
                al cuerpo inmóvil.
Una persecución ultima y astral
                por entre sus dedos
                sus cansancios
                sus viajes y vistas al río,
Por entre los pañuelos escondidos
                merodeando el fantasear
contándote en pasado todo lo que va a suceder
                con cierta premonición de gato cansado.
Desde las orillas del camino pavimentado
                se extienden las tierras fértiles en ocasos,
alargándose hacia los lagos
se encumbran bosques como
                manos al infinito
                hacia los lados
                ahuyentados por la carretera.

Fuegos Artificiales.

Cavernas sin eco
encuentro al mirar
por los recovecos más silenciosos
agudas punzadas sobre el temblor
un rumor de conversaciones y mar tras la ventana.
El viento que infla como las ballenas
y el incendio mental
que provocan en mí las mujeres
pinchazos letales
no sexuales
que enceguecen mi alma y respiración
dejándome solo al tacto polar;
polar porque no leo más allá de mi nariz
en la ventisca.
De brillantes como naves
los ojos
que sin significado
sin saber
sin querer
chocan como camión
contra mi estructura, que es soñar
con los dedos haciendo pianos
las espaldas semidesnudas
los calzones tras el vestido
caminatas solitarias por sus altares
sus gritos y sus ropas
el disparo violento al cielo
que en el momento resulta como:
fuego artificiales
deslumbran mis focos
pero al rato me veo
sin remos
en el bote
de la soledad.

Adiós Sofía.

Llegar al hogar
es como despertar
hay tanto de bueno en esto,
como las fantasías
de alguna conversación distante
y el té a las cinco de la mañana.

Las cosas necesitan aire,
no moverlas por un momento
dejarlas pasar y decir basta,
los abrazos del chao siempre serán infinitos
como las promesas y los labios mojados,
el devenir constante de las fotografías en el internet
el siempre repetir y revisar el rostro
del diálogo,
de mis pies en la tierra
los rayos en las miradas
tantas tormentas al pedalear.

Lo genial que ocurre de noche
es que nadie quiere despedirse
los abrazos abundan
tanto como esperar humeante en la esquina
porque si
siempre porque si.

Haciendo Olas.

Reconozco lo que es grande
y lo que es pequeño.
Lo que no reconozco:
es el son de la canción
ni el canto del pájaro
ni el humo del fuego.
Reconozco a la matriz
y  al cielo siempre humilde
solitario en su resolución.
Para los problemas
con humo me uno
de rezos y de cantos
con colores me cubro la sien
parpadeo y tambaleo solo
pero soplo hasta el mas allá
con los puntos suspensivos además…

Rincones.

Me encantaría tener más rincones sin explorar
en mi pieza, mi cabeza, mi casa
lugares que; corriendo un zapato tirado
encuentre viejos libros perdidos, monedas de quinientos,
cajetillas sin abrir, tragos sin tomar, poleras viejas
y poemas que no recuerdo haber escrito,
canciones jamás cantadas.
Espacios secretos a los que solo con mapa puedes llegar
laberintos en mi cabeza
planos trazados con la tinta de mis neuronas (mientras duermo)
así los recuerdos no se me escaparían tanto
podría guardar mis imaginaciones y mis versos
en estos bolsillos secretos de mi habitación.
Podría dejar que el frio en mi nuca
y el cansancio en mi lomo me tirasen al colchón
de esta manera
con los ojos en el techo
mataría a mi padre para tener dinero,
me armaría de una buena mochila, un poncho, un saco y tabaco
para largarme en silencio al sur
para escaparme callado y llorar a mi papá.
Desaparecer
conocer los bosques verdes, cielos grises
que en unos años la gente va a demoler
en busca de refugio y en busca de Dios.
Llegar lejos y escribir cartas
en la inmensa Patagonia
en Coyhaique, en Tierra del fuego,
tal vez mas vivo, tal vez mas triste
escribir esa novela fantasma que anda rondando mis continentes
que tiene barcos, mujeres, sueños, cervezas, viejos
todo lo que alguna vez lloré de joven
todo lo que alguna vez
bien solo
acurruqué en mis rincones secretos.

Cielos rojos empapados en azul.

Fueron días de horror en las verdes colinas
y en mi pecho como un corsario
se hincha rojo un globo.

Mis amigos que son ángeles
se duermen como niños
lejos del sol que los hace pestañear
y me pregunto de vez en cuando
que es mas serio que reír en la vereda nervioso.

Veo lejos a los piecitos juveniles
que tiemblan y giran
y parece como si todo se volviese a repetir,
pero no, que bueno digo yo
arto ya estoy de tu salvaje optimismo
de tu fantasma sinceridad.

Cielos rojos empapados en azul
ladrillos de sueño cubriendo la superficie,
si es que acaso caigo profundo o vuelo alto
me gustaría saber, donde encuentro al perdido,
al que mendiga historias
el que solo vive con un vaso de vino en la mano
al que esconde todo realismo.
¿Cómo es que me levanto todos los días sin él,
sigo hablando sin él,
lagrimeando sin él?
¿De cuando que estamos tanto tiempo a la deriva
en este océano sin peces
sin olas, sin barcos, sin vientos,
en este océano que ya no es?

Oído Secreto.

Estoy cansando de tanto vuelo sin mar
de tantos hilos en los vestidos
que me hacen callar.
En barcos lejanos a deshora veo desfilar
cincuenta y pico
nubes de todos los colores
navegando, saludándome de lejos con manos de algodón
y yo
en mi embarcación también
me puse ojos punzantes
tratando de embaucar al que mirara.
Pero aquí adentro, donde si puedo estar en paz
aviones estrellados, cañones sin disparar.
Y mis pies
por fin tocaron tierra
mis parpados cerrados una semana
por fin tocaron tierra
ahora no me quedan horas que dormir
la sangre sigue sin correr
casi azul no queda viento para navegar
quise caerme un poco para ya estaba en el suelo
los bronces me susurraron anoche
en el oído secreto como me voy a levantar;
si en un salto o un respiro.

Avión de papel.

Antes, eran extraños días
de temblor y guerra.
Antes, mi cabeza era un camino
serpenteando sin principio ni final
tenia nombre, apellido
y nervioso me levantaba a calcar mis huellas digitales
en el papel.

Hoy en día
Presurosos
vamos por la multitudes
como corriendo.
Entiérrenseme como espinas
los pelos de mis escuálidas piernas
Salpíquenseme semanas de fiebre
de carbón, que mientras duermo
sigue recitándoseme, incansable
hambriento de particulares erecciones.

Rostros de poco color retozan ahora mis fantasías
dudosas de agarrar alguna mano fría por ahí.
Todo parece tan caliente, tan alegre
brincando en el oscuro verde del Sur
aullando trances
durmiendo profundo
volando alto, como un volantín
lejos de todo nombre
pero lejos de cualquier acción
arriba los gatillos se pierden
todo es suave en las nubes de algodón
los amigos pasan, repasan, beben y se van
las madres se hinchan rojas furiosas en Alcatraz
pero todo es suave en las nubes de algodón.

No recuerdo, días de verdadero movimiento
en el océano juvenil, en los pastizales de humo.
Yo siempre floto, yo siempre vuelvo
y se me hace fácil
el desordenar, reordenar
sus discursos
como castillos de nieve.
Se me hace fácil ser transparente y desvanecerme
como un marco de puerta sin puerta
escabullirme entre los disparos al aire
hasta que el codo se te cansé, yo me iré.

Una lastima que los chirridos de las camas
no se detengan jamás.
Una lastima que las perfectas rutas trazadas en alta mar
no caigan, cuando yo caigo.

Sobrio en verdad
con el pájaro azul encerrado en el pecho
con la maquinaria pesada entre los puños
asintiendo como embelesado
asustado porque en sueños tristes
no reconoce rostros.
Así que la garganta se quema
la ñata se tapa
y de un salto volvemos a ver al aviador rojo de los mil veranos
mirando fijo a sus horizontes de gélido invierno
Desaterrizado, como volando
deslizando sus pies a centímetros del suelo
en donde perdido
ve como le ocurre
ve como todo le ocurrió
ve como nada ocurrió
aquí ni nunca ni mañana
hasta que el combustible se apague
por una buena sinrazón.

Reino.

Nací con urgencia en mis pies
con golpes en las costillas
enredado
con el cráneo aplastado
vine con alas de membranas neuronales
abrazado por la sombra
del árbol
la nube y una cobija de manos.

De una palma crece la mano
de una mano crece la flor
humo celeste
corriendo en los pastos
partos
del inmenso cielo
de la infinita raíz.

Donde nuestras huellas digitales
se encontraron con la piel
y las piedras
con los vidrios rotos
una rodilla más
manchada de sangre
es otra abuela en mi pasillo
arremolinados en los cojines
telarañas son las sabanas
indivisible
es hacia donde mi frente se derrama.

La pasión
marca la cruz para
el ocaso
la narración es tuya
y por ella tienes que sangrar
depositar las tripas
quemarlas
por todo lo que
merece ser amado
recitado desde
las cuevas en las cordilleras.

Hay cosas que
te perseguirán por siempre
con alas de hielo
arrebatándose de las manos
como un fotograma insertado por error
ahí en frente tuyo
por unas cuantas
fracciones
de segundo.

La muerte es fácil
certera
emerge de la tierra
en un puñado de vísceras
se limpia con el agua
de los ríos
de los ojos
de las entre
piernas
arriba
en el alto cielo
verás a la muerte recoger
con brisas y tornados
tronando
chiflando
a los hermosos caídos
volviendo hacia ti
en bíblicas tormentas de fuego.

Navegación Submarina.

Hay más marcadores de libros que libros en mi habitación, a nadie le importa en este burdel de mala muerte en donde enterrada esperas el corte certero a nuestro cordón umbilical. En el patio de hojas de papel, donde los espejos de barro se asomaban con el frio y el sol, fue donde apenas sostuve tus manos de mantequilla, con ojos y pies entumecidos te besé para desaparecer. Tuvimos que aprender a cantar gritando. Nuestra cara se configura por la manera en que hablamos (por la manera en que le decimos a alguien cuanto lo queremos).

Soy un hombre recurrente, de costumbres. No tengo destino ni tampoco puedo elegir. Aparentemente siempre vuelvo a ti; a volverte a ver volviendo del baño, con una sonrisa de oreja a oreja, tus ojos maquillados brillando, tus labios recién pintados, tu cara un poco pálida. Una nueva visión. Tu rostro cubierto del mejor sotobosque. Primaveral y lejana, no existía para ti nada en esa habitación, para mí tampoco. Perfecta ocasión para arrancarte la cara y lanzarte a la cama, enterrarte mil puñales furioso, desgarrarte ese pecho tuyo que apenas si respiraba. Quisiera hacerte oler las flores de la muerte.

Necesito ensuciar el suelo para empezar a cantar, barrer el piso para empezar a leer, una erección para ponerme a escribir. Después me levanto de un salto con los perros del callejón, los ojos rojos en sangre y la sonrisa como pintada o traída del espacio sideral. Así aprendí a caminar, leyendo fantasías de cómo pudo ser. Dibujando bosquejos del incendio en la jaula del gorrión, pajarito de pecho abierto que se le olvido adonde emigrar, las alitas en la lluvia que no se quieren tomar. Un beso y declaración abierta (de espaldas), un par de horas en calentarte los pies.

Extiende tus brazos desde el fondo hacia los míos, quédate un rato a mirar como acumulo sueño los fines de semana, para el lunes tener un globo aerostático de ti flotando sobre mi cabeza y dos poleas en mis ojos lunáticos. En el dormir me encuentro con una constante conversación, como en un mar imparable las palabras inconexas vienen y van y yo las montó y navego pensando en ti. Despertar entre cabellos y pedazos de mi cráneo arrancados por el nocturno.

Ojalá pudieses ver como me arde y pica el cuerpo, como las hormigas rodean mi habitación, como las moscas chocan contra mi ventana glacial. Ojalá pudieses agarrarme de nuevo con tu mano y hacerme volar como un cohete, quemar todo mi combustible a costa de zumbidos, cachetadas, susurros, manotazos. Quedar ciego e inmóvil, tieso y apunto de explotar en un disparo certero. Ojalá que duerma con tu respiración dormida, que te abriría violenta y lentamente el pecho para introducirme en él, de esta manera, dejar plantadas esas memorias que me bombardean para estallar. Verificar si nuestro hilo rojo persiste sin importar lo enredado, si es que bajo la superficie de la ilusión, todavía existe nuestro ecosistema perverso y alegre, si es que aun importa que tú me veas y yo no te vea, que yo te vea y tú no me veas.

Playa Primavera.

Quiero encogerme como un viejo. Postrado en una silla, calavérico, rodeado de gente que me quiere matar con una almohada. Sentado a los pies de la mañana a contemplar nada, una playa que no existe, escupir tabaco negro y respirar bien.

Verte en la palma de mi mano como un tren en mi niñez. Rostros en los pasillos que no se quieren ver y figuras incandescentes sentado en la parte trasera del auto. Mi cama como una antena o un radar. De delirios nocturnos, sobre: abrazos, notas en el antebrazo, llantos que derrumban paredes. La casa ardiendo en demonios.

El cuerpo pide espasmos en su vientre, atrapado como una mosca en sus piernas de telaraña, amarrado a sus brazos de plomo sobre mi espalda ancha. Trafico en mis oídos que es el mar. Cuando puta voy a pararme con ojos atómicos mirando la tormenta y decir la verdad. Que es más verdad para mí que para ti.

Déjame escupir fetos y sentarme a escuchar como amaneces, despertarme y pelear intimas batallas en ladridos de perros cubiertos de apariciones fantasmagóricas (esas que te hacen girar el cráneo) en el patio de la casa. Escaramuzas tapizadas de barcos, submarinos y aviones de papel donde camuflado me puedes encontrar espiándote como un ciervo a punto de ser cazado. La verdad es que estoy cansado de ser hijo de cualquiera.

Chaleco antibala.

El temblor que nace de sus manos y los recuerdos que insensatos se queman en su cabeza de terciopelo van al vaivén del tren. Le quedan: cosas que guardar en su cajón, vivir alguna de sus fantasías (trágicas o no) paranoico cinematizadas, fumarse los últimos cuatro cigarrillos en la habitación medio oscura. El gato maúlla y él no sabe porqué, posiblemente tenga algo que compartir.

Aprendió que como bien sabe, el tobogán espera al que no está atento. En vigilia constante. Por sus ojos ya pasaron todas las respuestas que imaginó. Así es bien difícil impresionarse.

Le asombra lo fácil que parecen olvidar y perdonar las personas 100 km a la redonda. Pareciera que tienen algo más que un chaleco antibala. El ahogo en su sangre que tanta ansiedad le entrega es parte de su obsesión desde el día en que nació. Son rumores que en fotos ve transformada la belleza de las personas que como recuerdos se le escaparon de sus manos cabizbajas.

El tiro en la culata que mientras estalla tan hermosa lo deja libre por siempre. No quiere más perros desnutridos ni beber bencina. A paso largo y ancho va hoy día caminando porque entendió que las cosas nunca terminan ni son presa de cabellos o manos de mujer. La niebla no se disipa. El mar no se abre. El intermitente destello que lo hace volar es eterno, basta abrir los brazos y empezar a flotar. El circuito siempre nos llevara adonde realmente pertenecemos.

Como un bicho extraña a la luz.

Pensamientos de tirarse al mar. que le sugieren vestidos de algas en las mujeres, mariscos en su plato, ahogarse en altamar. Repeticiones macabras en la parte posterior de su cerebro. Olores en los supermercados que lo transportan a ropa color pastel, labios rojos, cabellos de telaraña, cosquillas de polilla, ojos como puertas al infierno. Aparece en sus sueños cada dos horas solo nombrada y desesperado busca como buscar. La tierra entre sus dedos es barro y la extraña como un bicho extraña a la luz.

Son paseos de sudor en el sotobosque lunar, los hongos crecen como maleza. Le gira la cabeza de vértigo en el arrebol pensando en distintas formas de volverla a ver sin que su pelo se queme como un fósforo eterno.

Recovecos húmedos donde pasear y fumar. Un abrazo en el balcón. Dos se tambalean como un bote en la costa. El tejido fue creciendo exponencialmente de su cabeza al resto de su cuerpo (menos sus pies que siempre se van). Le llegan como terapia de shock por la noche. Por la mañana viene la nostalgia que espera no volver a ver (pero si compartir). Las brasas se terminan de apagar. El último cachorro de la gata se durmió. Una última ola al cangrejo. El tabaco se hizo humo en su boca y descartó la idea de morir en el mar.

Pajaritos.

Son casi doce horas de sueño en donde se le aparecen fantasmas con rostros conocidos, revoloteando como polillas, rozando su cuerpo astral que mientras duerme lo ponen duro. En el momento en el que se olvida se da cuenta: “solo si pierdes toda esperanza y fe y te conviertes en una maleza más junto al camino estás listo para ser recogido y viajar“. Se fundió en el entorno, se fusionó  con los matorrales moviéndose a toda velocidad. Se confundió con la nieve en la montaña tocando el celeste cielo.

Visionario a tus visiones a tus iluminaciones al borde del camino. A ver despierto o con ojos cerrados hechos inverosímiles que puede jurar que van a pasar. Iluminaciones del universo en expansión, de la radiación espacial, del fuego inmortal, de la Interzona y el doctor Benway.

Pajaritos cazando mosquitos. Ángeles en el cielo volando como cazas en la segunda guerra mundial, maniobrando velozmente esquivándose los unos a los otros. Cayendo en picada al paso sin retorno (en la Carretera Amanecer) que lo lleva a transmutarla como haría un alquimista. Como hace él para tener su mano en su mano. Las manos en la mañana. Frío primaveral. Verano hiperespacial.

Pulmón verde.

Caminaron por una playa donde la arena eran rocas inmensas. Los niños pasean con tarros y no hay negocios abiertos a las cuatro de la tarde. El miedo lo invadió. El otro vive en ciclos más lentos. Miedo que le recordó a su cama, que le recordó a su necesidad infantil de estar solo. A su necesidad infantil de estar acompañado. El olvido se bebe como vino tinto en caja. Las caminatas son largas desiertas y ahogan al poco entrenado. La consciencia se pierde o se abre en los senderos de tierra mojada, es difícil elegir.

Bocinas que como ladridos asustan al gato. Elévense con conmoción e inventen planes que no dependan de ninguno. Mastiquen chocolate que les cueste un ojo de la cara. Ten fe porque  en los hornos a los que te llevarán solo existen pulmones verdes. Tiembla porque cuando te quieras largar, el diablo se apoderará de tu preciada voluntad (lo único que de verdad tienes). Tiembla ahora porque la tristeza y las heridas se abrirán paso por tu sien haciéndote recordar del tiempo que piensas estar desaprovechando.

Uno es multitud, dos son uno. Dormir jamás es la solución pero me acerca a ti. El pasto verde recién cortado como red para mil abejas, como red neuronal. El mar bien abierto que huele a algas y a pescadores lunáticos.